ESTRIDENCIA, di Manuel Echegaray
No soportaba el ruido.
Desde pequeño, los sonidos fuertes lo asustaban al extremo de hacerlo llorar. Lloraba bajito porque no parecía resistir su propio ruido. Nunca gritó y por no hacerlo o por no poder hacerlo le sucedieron cosas que a otros no les pasaban. No se hacía oír a lo lejos y los truenos le producían pánico.
Lo hicieron ver por médicos especialistas, pero no sacaron nada en claro nunca. “Es normal, no tiene ningún defecto” decían.
En la familia se acostumbraron a hablar quedo y él instintivamente se protegió evitando en absoluto todo lo que fuera estruendoso. Su protección le llevó, tiempo después, a insonorizar su habitación, a casi no oír radio, a no poner televisión porque asociaba los colores brillantes al ruido y no la soportaba. Usaba unas orejeras especiales que dejaban fuera el mundo de sonido que le producía un rechazo casi fisiológico (recordaba haber vomitado varias veces).
Se aisló y un domingo, en el que todos habían salido del departamento, no escuchó la alarma para incendios y cuando lo descubrieron, estaba calcinado.
“Se asfixió por el humo” dijeron; el cuarto insonorizado ardió fácilmente porque el material usado para hacer el trabajo era muy inflamable…
El cadáver tenía las orejeras puestas.
Imagen: www.datuopinion.com
MANUEL ECHEGARAY.
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