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Hay desprecios dulces
como la brisa del verano.
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Hay desprecios benignos
como el humo de un pitillo
que se aleja un poco
y te acaricia en silencio.
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Hay desprecios frescos
como una flor y un beso.
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Pero al final del viaje
está tu desprecio,
un animal de paso quebrado
que habita furioso tu cintura
azul.
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Sinuoso, espurio
se enrosca deletéreo
en tu mirada gris
y le inyecta su veneno
tan mansamente esperando.
MAR MARTÍNEZ LEONARD